viernes, 27 de septiembre de 2013

Timidez

Yo estaba con un hermoso vestido amarillo de tirantes. Me había maquillado para la ocasión (sin labial, porque para mí es molesto dejárselo embarrado en caso de darle un beso). 
Él, trae esos pantalones de mezclilla que hacen resaltar sus atléticas piernas y esa camisa negra que lo hace ver muy formal, pero bien.

Nuestros lugares están casi hasta el fondo de la sala; es una película francesa, muy buena y que por desgracia casi nadie conoce. En el lugar hay pocas personas, menos mal, porque no me gustan los cines abarrotados de gente ruidosa.
Y comienza la función. Todo va bien, hasta que a mitad de película dejo correr un par de lágrimas después de que el protagonista me contagió su emoción. 
Entonces él me abraza y yo no puedo hacer más que dejar que nuestros cuerpos tengan ese primer contacto cercano.
De pronto, sin notarlo del todo, hemos dejado de prestarle atención al filme; sólo nos concentramos en tratar de sostener las miradas entre la penumbra. Se acerca, yo le sigo el paso, estamos muy cerca, ¡muero de nervios! 


Yo, creyendo que ese beso anhelado llegaría, quedo decepcionada al darme cuenta que sus labios no pasan ni siquiera cerca de los míos; pero el repentino contacto de su aliento y mi cuello me dejan sorprendida: ha llegado a mi punto débil.

No opongo resistencia, pues me gusta lo que hace, prosigue acariciándome con su juguetona lengua y antes de que pueda percatarme la función ha llegado a su fin. Se encienden poco a poco las luces y todos se levantan de sus butacas.
¡¿Por qué no se congela todo lo demás?! 
El momento mágico se ha roto. Estoy fastidiada, él también.
Imitamos a los demás y nos retiramos. Todavía hay un poco de luz allá fuera, lo que presiento significa ya no seguir en lo que estábamos. Nos despedimos tratando de disimular las emociones encontradas. Por timidez no vamos a esperar a que anochezca para mostrarnos nuestros verdaderos deseos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario