sábado, 28 de septiembre de 2013

Mejores amigos.

El día se encontraba muy soleado y qué mejor que fuera sábado para salir a disfrutar de la kermesse en la preparatoria.
Pablo se encontraría con Carolina para asistir juntos al evento, así que ambos estaban listos para una tarde prometedora de diversión.

Llevarían si a caso cuatro meses de amistad, pero su conexión era tan fuerte que casi de inmediato se habían hecho confidentes. Siempre estaban riendo, comiendo, haciendo tareas y demás cosas, juntos.

Entre las muchas cosas que se contaban, un día Carolina le había dicho a Pablo que no creía en que las mujeres estuvieran obligadas a llegar vírgenes al matrimonio, que eso era muy machista y ella prefería experimentar. Él por su parte estaba de acuerdo con la forma de pensar de su amiga, aunque en el fondo su comentario le había hecho sentir un poco avergonzado por no haber tenido aún su primer encuentro con ninguna de las novias que había tenido.
Desde esa ocasión, Pablo había intentado desviar sus pensamientos a otros temas de relevancia, pero en el fondo había estado formulando aquella propuesta que se haría presente esa misma tarde...

Carolina se veía un tanto sorprendida de que su mejor amigo le estuviera pidiendo tal cosa, no sabía si negarse o acceder. 
¿Cómo iba a hacerlo con Pablo? No, eso no era saludable. Sin embargo, lo apreciaba y gustaba de él, aunque no demostraba muy fácilmente esos sentimientos.
Pablo no sabía de dónde había sacado ese atrevimiento, pero ya no se podía retractar, o mejor dicho, no quería. Siempre había sido tímido y esta vez había roto con esa barrera.
*
La kermesse seguía con tal alegría que hasta se contagiaba, todos estaban ocupados divirtiéndose, tanto que ni siquiera se percataron que dentro de uno de los pequeños salones de idiomas estaba un par de amigos indecisos.

Al fin dijo "sí". Entonces él la tomó entre sus brazos, la estrujó como agradeciéndole y al mismo tiempo diciéndole que la quería. Ella sólo cerró los ojos y aceptó aquél beso temeroso. 
Dejaron fluir aquella agradable sensación que se producían el uno al otro, olvidándose del mundo y de que cada uno tenía un espacio propio. Aquella era la primera vez que el mundo parecía tener menor importancia y aquél encuentro lo era todo.
Y el instante pareció haberse quedado congelado. Ahora eran más que mejores amigos.



viernes, 27 de septiembre de 2013

Ganas de escribir (fragmento de mi pequeño cuento)

[...] Estaba recostada en el sofá de mi recámara; no queriendo mover ni un músculo, no queriendo hacer el mínimo esfuerzo de levantarme para ir a contestar el desesperante y persistente teléfono que sonaba por segunda vez consecutiva aquella tarde. Imaginé que sería otra llamada de los cobradores del banco. O tal vez alguna amiga emocionada por contarme alguna nueva aventura amorosa. O tal vez tenía de nuevo tanta pereza como para imaginar más situaciones por las cuales ya había sonado dos veces seguidas aquel aparatejo y yo, cansinamente, me había girado para ponerme en una posición más cómoda y tener una excusa para no levantarme a atender.
Dejó de insistir. No tengo idea de quién era, ni me importa. No tengo ganas ni curiosidad siquiera de saberlo. Sí la inspiración no me llegaba, una plática telefónica llegaría a empeorarlo todo; las cosas todavía no caen del cielo.
Como todavía era temprano, decidí que podría salir a caminar como parte de mi proceso inspirativo. Estaba casi segura de que vería algo en la calle que me daría ideas para empezar a escribir. Por eso, me previne con un lápiz y un papel, un poco arrugado pero decente, y salí a ver qué sucedía.
Caminé un par de cuadras son que pasara nada trascendente frente a mis ojos, hasta que, en la siguiente esquina donde pensaba dar vuelta para continuar mi plano recorrido, había una pareja.
Iban tan tontamente caminando, como mirando el mundo rosa, como si todo fuera hermoso, como si todo fuera tan sencillo, como si todo fuera eterno. En ese momento, el tormentoso recuerdo tocó fondo. Quería recordarte sin dolor, pero algo se empeñaba en no dejarme pensar con claridad. No sé bien, pero fue como si las escenas de una vida pasada pasaran frente a mi ventana, tan deprisa que ni siquiera tenía tiempo de darme cuenta si eran mis recuerdos o una vieja película dañada.
En cuanto reaccioné me di cuenta de que estaba nuevamente frente a la puerta de mi casa. El paseo había sido contraproducente, tanto que ni siquiera pude darme el lujo de crear algo bueno para mi historia que tanto me empeñaba en querer escribir, ni tampoco me había dando cuenta de cómo había regresado tan veloz a casa.
Me frustró el hecho de que aún no tenía lo que quería.
Entonces mis ideas comenzaron a fluir, como tanto lo había deseado. Me sentí como un niño con juguete nuevo. Pero algo andaba mal.
Estaba en casa; tenía miles de plumas y montones de hojas, mas yo no tenía intención de plasmar mis pensamientos.
Tan egoístamente, me acomodé de nuevo en el sofá, que era mi preferido desde que tengo memoria. Entonces cerré los ojos y comencé a relatarme aquella historia que nadie más escucharía.
**
Aquella tarde tú me habías invitado a dar un paseo por el parque. Serían alrededor de las 6:00 p.m. y un aire húmedo nos señaló que probablemente llovería aquella noche. Sin embargo, salimos tan descubiertos como si fuera el mediodía de un caluroso día de verano.
Lo que me importaba era el hecho de que al fin te vería después de varias semanas. Sabía que tu trabajo te tenía últimamente muy ocupado y estresado, así que yo no quería ser una carga más y esperé paciente y caprichosa que tú me buscaras.

El tiempo se nos pasó volando y cuando nos dimos cuenta había oscurecido. No quise recordarte la hora porque sabía que caerías en la histeria. De todas maneras, emprendimos camino de regreso a mi casa, besándonos como dos niños que juegan a la mamá y al papá. Esa inocencia tan tuya que tanto adoraba desde que nos conocimos en aquella cafetería tan grande y abarrotada de gente, pero que, como por obra del destino, nos había juntado.
Llegamos a la sala. Sabíamos que era hora de despedirnos hasta nuevo aviso. Pero ambos nos aferramos a querer seguir juntos a pesar de las consecuencias. El beso de despedida no fue más que un gatillo que disparó la bala de las emociones.
Quise hablar, pero me tomaste fuerte de la nuca; acercaste nuestros rostros tiernamente hasta que pudiste morder con pasión mis labios temblorosos por la situación.
Quise frenar, pero algo me decía que no era lo que realmente deseaba. Sabíamos lo que iba a comenzar, pero no cómo terminaría.
Entonces seguí tu abrasador juego y lentamente nos perdimos en el mar de caricias y miradas que podían decir más sensaciones de las que podíamos expresar.
Lentamente.
Nos fuimos acurrucando, hasta lograr la posición idónea para que nuestros cuerpos fueran a parar en la cúspide de la intensidad...
***
¡No!
Decidí no continuar con algo que no tenía nada que ver con mi idea de hacer un buen escrito.
Pero para mi sorpresa mi cuerpo había escuchado mis pensamientos desechados. Ahora estaba inquieto. Noté que mi respiración había pasado a ser un poco más fuerte, más a ritmo con mi vergonzosa situación.
“Una ducha. Una ducha puede aliviar todo”. Me dije.
A toda velocidad tomé una toalla limpia y me encerré en el baño. Ajusté la temperatura del agua; seguía pensando en que no tenía nada para mi escrito. Comencé a desnudarme y la idea todavía no me abandonaba del todo.
Me duché sin pensar en nada más que en mi frustración actual. Y sin poder luchar más contra mi traicionera imaginación, continué con mi envidiosa historia.
Entre más lo imaginaba noté que, del capullo que tanto codiciaba, emergía una hermosa flor que hacía tiempo estaba marchita.
Y entonces comenzaste a desnudarme. Aquella habitación había quedado a oscuras y ahora sólo era medio iluminada por una poca luz lunar que se asomaba por un escondrijo en la ventana. No te importó que yo hiciera lo mismo; al contrario, parecía que por cada prenda menos adquirías más fuerza y cálidamente buscabas seguir jugando con mis labios y mi mar de emociones encontradas en aquél preciso momento.
Tus dedos buscaban atorarse más entre mi cabello, como si fuera de estambre y quisieras hacerte una bufanda con ellos para que siempre te acompañara en tus días fríos.
No me había percatado de que había comenzado a llover escandalosamente. Más bien noté que olías especialmente bien. No tenías ni una gota de ese perfume ensordecedor al olfato.
Entonces tu desesperación por continuar de pronto se transformó en una embriagante sensación contagiosa de pasión opulenta, que no le bastó con controlar a su antojo la lentitud de aquella situación, sino que la hacía cada vez más sensual y atrayente.
¡Que no sigas! “Déjate ya de tonterías y ponte a escribir, deja ya de lado tu irrealidad y refleja algo bueno.”
“Deja de molestarme y escóndete en el rincón más alejado de mi mente porque no quiero verte hasta que termine de imaginarme lo que yo quiera.”
Terca, te gusta aferrarte a la fantasía...
Te dejé continuar tu camino; te habías abierto paso hacia mí como un pirata empeñado en descubrir el tesoro perdido.
Las gotas arreciaban, pero cada vez tú ibas más despacio, como queriendo conservar en tu mente perfectamente cada segundo de aquél momento y al no poder tener las imágenes adecuadas, te creaste una película táctil con tus grandes y suaves manos de cada parte que ellas recorrían.
Yo, como quien se deleita al comer su platillo preferido, no hacía más que disfrutar de la función; aunque terminé uniéndome a ti como hacía demasiado tiempo no estaba. Haciendo ese uno sólo que nadie más que los dos entienden.
No queríamos saber qué habría más allá. A veces es tonto hacerse preguntas que bien sabemos no tienen una respuesta concreta o sencilla.

No me importó, no quise más que seguir besando tu piel; quería sentir que mis sentidos se agudizaban minuto a minuto. Me sentí poderosa, te tenía todo a ti para mí. [...]

Impresiones con Gerardo

Hola mundo!

Hoy quiero compartirles uno de los blogs que me gusta visitar.
Se llama Impresiones con Gerardo, es reciente y de la autoría de una persona muy allegada a mí.
Deberían darse una vuelta por allí y si quieren regresan a comentarme qué les pareció.

Mi amiga Marina

Tuve el día libre en el trabajo y decidí visitar a mi amiga Marina para salir de la rutina. Todo parecía de cierta manera "normal", pero nunca pasó por mi cabeza lo que sucedió...

Toqué el timbre al llegar, ella se asomó de inmediato por la ventana de cortinas amarillas y me saludó alegremente, a lo cual yo respondí con una sonrisa.
Bajó como rayo las escaleras y me invitó a pasar. Cuando entré, me tomé un momento para analizar si había algún cambio. Al parecer todo seguía igual, excepto que en la última ocasión que fui, la casa estaba llena de ruido y gente festejando la graduación de mi amiga.
Hoy estaba solitaria, en silencio y por ello me pareció muy acogedora.

Marina comenzó a contarme muy emocionada cómo le había ido en los últimos meses y de pronto me propuso que, para celebrar nuestro reencuentro, brindáramos con una deliciosa "bazooka" que ella misma preparó. Yo acepté, en parte por cortesía, pero también porque me interesaba probar una de sus famosas bebidas preparadas.

La tarde avanzaba cada vez más, nosotras seguíamos riendo al recordar los buenos y viejos tiempos de preparatoria, las tonterías que hacíamos por aquellos días y nuestras locuras adolescentes. Los vasos así como se llenaban se vaciaban, teníamos mucha sed. 

Nos encontramos hablando de nuestras desventuras amorosas. Marina me contó que todavía recordaba a su primer novio, aquél filósofo que me caía bien, aunque fuera muy orgulloso.
Comenzó a ponerse triste y no supe cómo reaccionar, simplemente quería que volviéramos a reír como hacía apenas unos momentos. Así que sólo la abracé y dejé que se desahogara. En ese momento pensé que quizás había sido una mala idea lo de los tragos.
Ella me abrazó fuertemente, y pasado un momento ya se encontraba más tranquila, aunque no me soltaba.

Comenzó a desenredar con cierta ternura mi cabello. Yo dejé que prosiguiera, pensando que eso la distraería de su momento de sentimentalismo. La separé un poco de mí, lo suficiente para que ella pudiera seguir agarrando aquella melena que tengo por cabello. Nos miramos fijamente y sin decir una palabra dejamos que fluyeran las cosas.
Sentí cómo su lengua hacía contacto con la mía. Durante todos estos años de conocerla nunca nos había visto tan unidas.
Y cuando reaccioné, ya estábamos jugando a ver quién terminaba de quitarle más rápido el sostén a la otra...
Lo que pasó, querido diario, sólo se mantiene en nuestras memorias, si es que logramos recordarlo todo o si es que decidimos darlo por perdido y continuamos siendo sólo "mi amiga Marina y yo".


Timidez

Yo estaba con un hermoso vestido amarillo de tirantes. Me había maquillado para la ocasión (sin labial, porque para mí es molesto dejárselo embarrado en caso de darle un beso). 
Él, trae esos pantalones de mezclilla que hacen resaltar sus atléticas piernas y esa camisa negra que lo hace ver muy formal, pero bien.

Nuestros lugares están casi hasta el fondo de la sala; es una película francesa, muy buena y que por desgracia casi nadie conoce. En el lugar hay pocas personas, menos mal, porque no me gustan los cines abarrotados de gente ruidosa.
Y comienza la función. Todo va bien, hasta que a mitad de película dejo correr un par de lágrimas después de que el protagonista me contagió su emoción. 
Entonces él me abraza y yo no puedo hacer más que dejar que nuestros cuerpos tengan ese primer contacto cercano.
De pronto, sin notarlo del todo, hemos dejado de prestarle atención al filme; sólo nos concentramos en tratar de sostener las miradas entre la penumbra. Se acerca, yo le sigo el paso, estamos muy cerca, ¡muero de nervios! 


Yo, creyendo que ese beso anhelado llegaría, quedo decepcionada al darme cuenta que sus labios no pasan ni siquiera cerca de los míos; pero el repentino contacto de su aliento y mi cuello me dejan sorprendida: ha llegado a mi punto débil.

No opongo resistencia, pues me gusta lo que hace, prosigue acariciándome con su juguetona lengua y antes de que pueda percatarme la función ha llegado a su fin. Se encienden poco a poco las luces y todos se levantan de sus butacas.
¡¿Por qué no se congela todo lo demás?! 
El momento mágico se ha roto. Estoy fastidiada, él también.
Imitamos a los demás y nos retiramos. Todavía hay un poco de luz allá fuera, lo que presiento significa ya no seguir en lo que estábamos. Nos despedimos tratando de disimular las emociones encontradas. Por timidez no vamos a esperar a que anochezca para mostrarnos nuestros verdaderos deseos.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Primer intento


¡Hola mundo!

Esperando que se encuentren cómodos y de antemano les agradezco el tiempo que se toman para darle una leída a esto.
Siendo que se me consideró una pervertida "formal" desde hace algunos años, hoy decido hacer este blog con el propósito de escribirles a todos ustedes y a nadie.
Dejo en claro que no soy una vulgar ni mucho menos, me encantaría que sus comentarios tampoco lo sean. Siéntanse con la libertad de expresión, si les gusta o no lo que escribo acepto sugerencias o reclamos.