Estoy en una sala que no conozco. Los sillones son de terciopelo rojo, la decoración parece muy conservadora y hay un piano en el centro de la habitación.
Me doy cuenta que no estoy sola; hay alguien tocando ese piano. Entonces, me acerco a observar quién es; encuentro a un muchacho de tez clara y cabellos negros, muy entretenido en lo que está haciendo que hasta parece ignorarme, pero en cuanto decido irme escucho a mis espaldas una voz que me dice "Por favor, quédate".
Sin responder me quedo, giro de nuevo para ver al pianista que ahora me está prestando atención, ha finalizado su pieza. Él viene hacia mí, no entiendo qué hará, siento que me toma de la mano y me lleva a un destino que es igual de desconocido que todo lo que me rodea en aquel sitio.
Vamos a otra habitación, igual de aterciopelada que la anterior. Comienza a besarme el cuello mientras observamos un paisaje hermoso por la ventana y una suave melodía inunda el instante, yo sólo puedo sentir y quiero dejarme llevar por la corriente.
Hasta ese momento puedo notar que llevo puesto un vestido negro que tiene cierto toque de elegancia; al parecer el músico seductor ya ha notado que debe deshacerse de él, así que lentamente lo va desabrochando, al ritmo de la melodía de fondo y como si tuviéramos todo el tiempo del mundo a nuestra disposición.
Nos recostamos en la mullida cama, completamente desnudos, acariciando cada parte de nosotros. Me mira fijamente a los ojos; sin decir una sola palabra se acerca otro poco para introducirse en mí, siempre sin perder el compás, siendo gentil y salvaje al mismo tiempo, como si supiera todo lo que me apetece.
La música, que comenzó suave, ahora ha subido de velocidad, acorde con mi sentir. Mi pensar se ha revuelto, ya no estoy razonando, simplemente siento y dejo sentir a mi compañero. Puedo escuchar los latidos de su corazón, también los míos, su piel contra la mía, mientras estoy toda mojada y la música se hace más y más fuerte, la velocidad con que me hace suya es la idónea, de hecho todo aq
"Más". La única palabra que, recuerdo, salió de mi boca. Resultó que mis deseos fueron órdenes.
Más y más, por favor, no quiero que termines nunca bella melodía. Pero el director de aquella interpretación decidió que era momento del gran final y es igual de grande el final de aquel encuentro entre nosotros.
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