martes, 15 de octubre de 2013

Mi amiga Marina 2. Película de terror.

Desde aquella ocasión de nuestro encuentro inesperado, Marina y yo no hemos modificado nuestras formas de comportamiento en cuanto a nuestra amistad. Sinceramente me siento muy aliviada porque es de verdad mi mejor amiga, con ella congenio en muchas locuras que con otras personas me es incómodo hasta platicarlas.

Ayer por la tarde me invitó a su casa a comer. Yo le acepté la invitación y me arreglé para llegar a tiempo.
Toqué su timbre. Marina abrió la puerta y  me percaté de que estaba especialmente sonriente, como si estuviera disfrutando tanto como yo aquella ocasión.

Después de comer, decidimos ponernos a ver películas de terror, que son las que más nos gustan. Sinceramente nos reímos mucho porque se nos hace muy patética la forma en que espantan a las personas en los filmes más contemporáneos. El terror se ha deformado demasiado.

La película que estaba ya la habíamos visto en otra ocasión, sin embargo, como es sangrienta, teníamos ganas de volver a verla. Hay una escena que es mi favorita: la asesina ha seducido a un hombre muy apuesto y lo tiene en la cama, ella se ve muy sexy con un traje negro pegadito y con encajes. Él está atado de brazos y piernas, tiene los ojos vendados, así que no se da cuenta que la chica está preparando su filoso cuchillo para asesinarlo lentamente.
Comienza a hacerle pequeños cortes que hacen que el tipo le reclame, hecho que ella ignora completamente. La cosa no para allí, ella sigue cortando su piel, superficial y suavemente; se acerca a beber la sangre que comienza a salir de las heridas. El hombre ha pasado a implorarle que no lo haga,  pero ella prosigue, se nota que lo disfruta y... ¡Zaz! Salvajemente comienza a destazarlo, los gritos se convierten en alaridos, él se desgañita suplicando piedad y ella cada vez está más cerca del orgasmo, extasiada por el líquido rojo que brota  del cuerpo de su víctima, sorbe con gusto cada gota mientras sus ojos se desorbitan por el mero placer...

¡Ah! Creo que ya me emocioné demasiado, pero no puedo evitar recordar que justo en aquella escena, entre los terribles gritos del hombre me invadió la ansiedad del momento y no pude evitar abalanzarme sobre Marina y plantarle un beso, que ella correspondió igual o más salvaje que la escena que estábamos presenciando; seguían de fondo los alaridos, pero eso no hacía más que invitarnos a continuar el encuentro que habíamos iniciado. 
Nos olvidamos de parar la película, creo que terminó, no lo sé, estábamos todavía ocupadas.




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